Hay escenas que normalmente no veríamos por vergüenza o porque no nos incumben.

Me ha sucedido. Sin querer he fotografiado parejas, más como parte del paisaje que como una búsqueda intencional de esos pequeños universos afectivos.

• Abrázame más, más fuerte
• Eres hermosa –
• Tú perfecto
• Me gustan tus brazos cuando me aprietan contra ti.
• A mi tu boca calientita, tu sonrisa.

Cuando miro lo fotografiado no pienso en las situaciones como amores ridículos, sino más bien como deseos adolescentes o amantes desesperados deambulando en busca de un pedacito de ciudad donde echar besos y caricias…

• No podemos tocarnos más que pedacitos de piel… pero en mi mente te he poseído.
• El azar te trajo hasta mí y ahora no quiero parar de besarte.
• No sé si te amo, pero sé que te deseo.

Cuanta avidez por la boca y la piel del ser deseado. Chicas-chicas-chicos-chicos-chicas en el césped, en la banca del parque ansiosos de caricias y palabras pegajosas.

• En este hervidero de gente he podido conocerte, me asustan los juegos del destino.
• Cuando no estoy contigo añorarte es mi delirio.
• No me acuerdo cómo te llamas pero hueles delicioso

Fotografiar el deseo es fotografiar la vida, los vínculos que son necesarios establecer para sobrevivir. Dicen que uno nunca olvida con quien ha estado, que llevamos el registro mental de las miradas y las bocas que hemos probado; no tengo idea si tal cosa es posible. Lo que sí me consta suele suceder es preguntarnos qué hallamos en una persona, qué propició el encuentro. Pero a la cámara poco le importan mis divagaciones, toda imagen de pareja o posible pareja es un éxito.

Nunca pensé que daría tanto juego coleccionar esas fracciones de tiempo/deseo. El mundo sigue girando… fluyendo y los besos, miradas y abrazos se han congelado, detenido para siempre o por lo menos mientras dure este blog.