He perdido un recuerdo.

Entre idas y venidas he perdido un recuerdo. Entre aeropuertos y calles de ciudad.

La memoria ha borrado un dato, un hecho que me gustaría recordar y del que ahora no tengo ninguna pista. No sé si es un trámite que he de terminar, los libros de la biblioteca que olvide devolver, si es una duda existencial, si es un extrañamiento o un deseo olvidado. Miro a mí alrededor buscando objetos como indicios para reaccionar: recuerdos, regalos, canciones, portadas de discos, libros y fotos.

Fotos que completen frases, que contextualicen situaciones, que reflejen calles y me permitan recordar aquello que se echa en falta y que no sé sabe que es. Estoy al borde de una decepción.

Debo reconocer que no es de una importancia vital pero es frustrante no poder recordar algo olvidado. Como cuando sabes que tenías un libro y no lo encuentras, como cuando sabes que tenías un amigo que sin previo aviso ha desaparecido, como cuando tienes una idea brillante en medio de una caminata en el campo y no tienes donde apuntarla. El libro, el amigo, la idea ya no forman parte de mi universo cotidiano, ha habido un momento que ha roto “lo de siempre” para hacer que pregunte por la localización del libro, ¿qué será del amigo? o sobre qué trataba la brillante ocurrencia.

En el horizonte de la duda no parece haber ninguna idea concreta solo el sonido de las imágenes que pasan una detrás de otra… -ssh-ssh-ssh-ssh-ssh-

Infinitos recuerdos me vienen a la mente… las caras con las que me cruzaba un momento, un instante y no volvería a ver nunca más. Me acuerdo del paisaje, casi siempre urbano; mucho cemento, mucha luz y poco verde. Pero no me acuerdo de la gente.

He perdido un recuerdo ¿uno de esos besos robados?. No! creo más bien que ese es el que siempre recuerdo. ¿Podría ser el amor nunca olvidado? Olvide las ganas de una boca -loca- (como dice Huilo Ruales), el apretón de tensión sexual, el beso con suspiro, el deseo concedido y el negado. Tal vez me niego a recordar el amor dado pero nunca recibido o todo el amor recibido con dosis extra de caricias, besos y apretones; aquel arrebato de pasión sin miedo.

Hay recuerdos a los que NO les gusta la realidad y aspiran a otro destino antes del olvido. Usan los pocos o muchos medios a su alcance como plan de acción; se confunden en la lectura y se reinventan para tener una nueva oportunidad; roban ideas para destacar, desaparecen para aparecer en otro lugar o simplemente se drogan para evadir.

Hay ideas que parecen personas. Para sobrevivir ellas también plagian a los grafitis, a los diálogos de las películas, a las canciones escuchadas miles de veces y sobre todo a los libros. Roban y hacen parecer el robo como una acción heroica y bella. Para acceder a la lectura hay que olvidar la realidad, pasar del orden al desorden, para luego recolocarlo en un orden particular; en este proceso es donde los recuerdos maduran y mutan en formas más prácticas de memoria. Olvidamos y reciclamos para evitar acumulación.

Cuando aparece un recuerdo incomodo la memoria lo limita, a no ser que se trate de una memoria masoquista en cuyo caso lo reforzará al infinito. Amor y odio, infinito y nada se tocan porque la memoria engaña; nos deja los recuerdos que agradan y elimina aquellos que hieren. Se apega a una realidad particular y borra lo obsceno, lo lascivo para reforzar la personalidad a través de los halagos, la mentiras piadosas, momentos de excitación y exaltación de momentos. Maldito aluvión de neuronas sobreexcitadas que han borrado mis recuerdos a placer y me han dejado ser quien soy. No sé si mi memoria es coherente, al no recordar he perdido parte de lo que un día disfruté, gocé o sufrí intensamente.

He perdido un recuerdo de mi anterior vida, de mis vidas pasadas. Deformidad del cerebro esta manía por desechar espacios de tiempo que no ha considerado pertinente retener.

Debería caminar hacia afuera y mirar con ojos ávidos todo lo que nos rodea. Caminar! Mirar! Soñar que aquello que ha muerto pueda ser devuelto a la vida.