La despedida

Un 25 de Septiembre de 1940 Walter Benjamin, filósofo, judío y antifascista, después de 7 años de exilio cruza clandestinamente los Pirineos en un intento desesperado de huir de los nazis. Cuando sale de Francia e ingresa a España llega a Portbou, punto de recepción de refugiados. Se aloja en La Pensión Francia, se presenta en la oficina de la policía y le dan arresto domiciliario por causa de una nueva legislación que le impide continuar su viaje.

Desesperado por la idea de que los franquistas le entreguen a los nazis se suicida. ¿Toma una sobredosis de morfina? ¿Se arrojó por un precipicio hacia el mar?

Escogió el mar, dicen los románticos y los poetas.

1940 fue el año en que Europa habría de decidir entre el salto al comunismo o la caída en la barbarie. Tan probable era la revolución comunista en la que Benjamín quería creer, como el plan contrarrevolucionario del régimen nazi. Finalmente el fascismo se apoderó de Alemania y aunque no fuimos testigos directos de la debacle, vivimos aún las consecuencias de su auge- caída, (basta ver como revive hoy la amenaza del neo fascismo en Europa).

En la dialéctica de Benjamín encontré un pensamiento muy afín a mi búsqueda sobre la relación entre arte y política. El autor desarrolla las ventajas de la politización de la estética como punto de contra-influencia a la estetización de la política (por ej. en el ideario fascista). Benjamin reflexiona sobre un posible potencial emancipatorio del arte: obras producidas y reproducidas para las masas. La estética se convierte en el principio básico para re-organizar la condición humana, haciendo del lenguaje el vínculo de la praxis, no solo como mediador o portador de sentido.

No importa cuál sea la expresión de la belleza o cual sea su soporte artístico, la cuestión es que no parezca inalcanzable sino intensamente reconocible y configurable en un espacio de vida filosófico espiritual. Cumplir con estas expectativas haría que le otorguemos la etiqueta de obra de arte a piezas que difundidas a gran escala pueden estructurar un conocimiento específico, en la trama social particular y política de los individuos. El arte como dador de lenguajes y señas particulares configuradas para activar las ideas y acciones posibles. El arte como referente de lo bello, lo impresionante en contraposición al asco y a la vergüenza que llegamos a producir-nos. Benjamin atribuye un -aura- contenida en la obra de arte, como etiqueta o lugar asignado a la belleza o a la inteligencia.

Igual que la Obra de Arte tiene un tiempo y un espacio para morir y renovarse en un nuevo diálogo, la vida encuentra un tiempo /espacio para cuestionarse y re-plantear formas vitales que posibilitan la justicia, la técnica y la religión. Formas que a su vez alimentan y retroalimentan el arte, los relatos y testimonios de esos relatos, moldeados a través de las ideas del artista hacia la perfección y lo sublime. Representaciones sobre el pensamiento o los momentos históricos que escapan a nuestro entendimiento pero que por mediación de la estética es posible atribuirles la característica de hermoso o impresionante; y a través de estas características ejecutar la vida: ideas que el ser humano a de nombrar, percibir y actuar.

Mientras intento entender sueño con diálogos colectivos y arte para las masas. Representaciones estéticas que critican los monopolios de poder y la explotación del hombre sobre el hombre; la cultura como recreadora de un mundo en el que estamos todos los que debemos estar, nadie sobra. El diálogo entre artistas y consumidores de arte mediado por el respeto a la diversidad y el reconocimiento de las acciones que en torno a esta articulan la vida.

Para que el arte pueda asumir tan importante papel como el que le asigna Benjamin, es indispensable que el artista escoja una forma de hacer arte que salga del lugar común y abandone el ideal de ser parte del “capital cultural”, pensado para mantener el statu quo. Cruzar los límites liberando al arte de las convenciones que lo condicionan  y desatando la imaginación radical para concentrar las prácticas de resistencia y de ruptura histórica.

Hanna Arendt, diría sobre Benjamin:
«Para describir su trabajo adecuadamente y a él como a un autor dentro de nuestro horizonte usual de referencias, deberían hacerse un gran número de afirmaciones rotundas y negativas, tales como: su erudición era grande, pero no era un especialista; el motivo de sus temas comprendía textos y su interpretación, pero no era un filólogo; se sentía poderosamente atraído no hacia la religión sino hacía la teología y al tipo teológico de interpretación por el cual el texto mismo es sagrado, pero no era ningún teólogo y no estaba interesado particularmente por la Biblia; era un escritor nato, pero su máxima ambición era producir un trabajo que se compusiera enteramente de citas; fue el primer alemán en traducir a Proust (junto con Franz Hessel) y a St.-Jhon Perse y antes ya había traducido los Tableaux Parisiens de Baudelaire, pero no era traductor; hizo reseñas de libros y escribió varios ensayos sobre escritores muertos y vivos, pero no era crítico literario; escribió un libro sobre el barroco alemán y legó un voluminoso estudio inacabado sobre el siglo XIX francés, pero no fue historiador literario ni de ningún otro tipo; intentaré mostrar que pensaba poéticamente, pero no fue ni un poeta ni un filósofo.»(H. Arendt, 1971).

En pleno apogeo y masificación de la imagen la posibilidad de que el arte en todas sus formas se aproxime a la muchedumbre, con la intensión de provocar un cambio, es un planteamiento emocionante aunque difícil de ejecutar porque el arte y sus templos suelen ser elitistas o simplemente porque la calidad de lo masivo ha sido descuidada priorizando la cantidad. Se ha perdido la capacidad de contemplación estética que nos enfrentaba con lo hermoso o lo impresionante de una creación y esta a su vez con una narración del mundo que debería ser traducida en una experiencia individual espiritual (el aura a la que hace referencia el autor), algo romántica.

Mi padre nos incitó a viajar hasta la frontera para conocer el monumento realizado en memoria de Walter Benjamin por el artista D. Karavan, en Portbou. La estructura que encontramos es un grandioso homenaje a un pensador. Al recorrerlo supe que no hacía falta buscar una tumba de cementerio (si es que había una) a la que imaginaba común y corriente, como las que hicieron para las víctimas de la guerra que aquí murieron. Me quedo con la grandeza y el afecto de quienes hicieron posible tan hermoso homenaje.

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Yo pongo fin a mi particular homenaje luego de 12 horas de contemplación rememorando aquello que significó vivir bajo regímenes dictatoriales. A mediados del siglo XX muchos se desplazaron o intentaron refugiarse en otros países, huyendo de la crueldad y la muerte que imperaba en Europa. Igual que Benjamin no pudo encontrar un lugar para huir y fue un muerto más en la España fascista; muchos refugiados y desplazados de actuales conflictos no tienen un lugar en los que rehacer la vida, ¿cuánto arte plástico, monumentos, y fotografías necesitamos para reivindicarles y no olvidarles? Por lo pronto se pintan y grafitean los muros (Tijuana-México, Cisjordania-Palestina, Hungría-Europa) de la vergüenza porque los alambres de púas no se dejan.

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* El libro al que hago referencia es: “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.” De Walter Benjamin.

 

Un comentario en “La despedida

  1. Ashhhh que buen texto. No había pensado la trágica coincidencia entre el intento de huída de Benjamín, y el no lugar en el que quedan hoy los que huyen de la guerra en Siria. Europa ha renacaido, no una sino varias veces de sus guerras fraticidas porque otro publos le han dado la mano para refugiar a sus millones de exiliados, ya conocemeos el caso de México con el exilio español, sólo para mencionar un ejemplo. Ellos, los exiliados europeos, sentían la nostalgia de su tierra, pero encintraron un refugio, un hogar y construyeron su país desde otras orillas. Hoy el drama es el del «no lugar» en el que quedan tantos, una despedida sin destino cierto.

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