¿Podemos conocer el mundo a través de su apariencia? Tomando en consideración la cantidad ingente de imágenes a las que tenemos acceso esto puede ser posible, pero con un límite. No se puede abarcar el universo de complejidades sociales y personales a través de imágenes únicamente.
El texto se convierte así en un complemento deseable para contextualizar lo que estamos mirando. Para explicar o simplemente preguntar. Para contemplar e interpretar.
Existen fotos tomadas a miles de kilómetros de nuestra ubicación que nos parecen familiares y otras, tomadas en la misma ciudad en la que vivimos que jamás reconoceríamos.
En este sentido existe un ejercicio que hago frecuentemente. Cuando miro mis fotos imagino cómo rellenar los vacíos que provoca ver parte de la realidad, esas fracciones de tiempo incompleto que ocultan más de lo que muestra. Como un pedacito de papel que contiene una frase de amor a la que nos gustaría calzarle la declaración de amor completa.
Normalmente escuchamos que cuando las palabras se agotan nace la imagen. Este ejercicio es lo opuesto: mirar y pensar lo que puedo imaginar a partir de un rostro, una sombra, un camino… algo así:
- El hombre que necesita soñar y en su casa no lo dejan, por eso viene a la misma banca todos los viernes.
- La vida de sangre fría que comparte la hermosa chica con su venerada serpiente.
- Los pasos de la abuelita que busca agua en casa del vecino porque en la suya la han cortado.
- El whatsapp que concreta un encuentro.
Y sigo… anoto todas las posibles respuestas para el enigma que representa cada una de las personas de mis fotografías. Desconocidos que al cabo de un tiempo se vuelven familiares.
Micro-historias necesarias para prolongar el espacio limitado de mi realidad, me retroalimento de rostros y miradas. ¡Son tantas caras! Cientos de historias… hay un momento en el que es posible perder el sentido de lo real y vivir en un mundo de sublimaciones y alusiones; imaginando hasta el infinito las posibles vidas o pensamientos atribuibles. Como un creador o un semi-dios que tiene control sobre la trivialidad humana.
- Querer creer en el amor a primera vista.
- La mujer que desearía tener otra vida para pensar en ella mientras espera al pendejo del celular.
- El agua vuelve a la ciudad después de una sequía casi mortal.
- El señor que solo come tortas de tamal, al igual que las mascotas del conserje.
También se puede pensar en el fin del Mundo, que siempre da mucho morbo.
Hoy imaginaba que este viernes tiene cara de sábado y le guiñé un ojo.