Todo uso de la cámara implica una agresión.

Mientras más grande la cámara peor. ¡Qué le vamos a hacer! Lo cierto es que caminar sin rumbo con ella en mano es como usar lentes para parecer más inteligente. El cliché se cumple. La cámara es de los aparatos más interesantes, quien la porta puede parecerle al mundo agresiva, inapropiadamente avezada, intrigante, mal educada, arriesgada y algunos otros calificativos.

Y ahí estoy, en la calle… disparando con mi cámara, algunos les importa a otros no. Unos se sienten fotografiados, posan y otros nunca se enteran. Hay fotos posibles y las que no fueron son instantes que desaparecieron tan rápido como se sucedieron. Fotos azules, amarillas, de protesta, de música, de cualquiera en cualquier lado.

Para fotografiar en “modo libre” sin tema, no existe ni tiempo de contemplación requerido, ni formula exacta para una buena toma, solo sucede… al llegar a casa y encontrar una foto interesante, no en el sentido estético sino más bien emocional, esa imágen que causa algún pensamiento o pregunta y confirma las preferencias personales.

Muchas veces encontré esos grupos de amigos que al estar peinados y vestidos de forma similar me llevan a pensar que poseen música en común, sentir similares, lugares de encuentro recurrentes, rechazo por el mundo adultocéntrico y por ciertas convenciones sociales; cuates/panas/parces sujetos a sus propias reglas de convivencia y de conducta. Un conjunto de conceptos que usamos para definirlos como una tribu urbana. Yo los llamo chamos con actitud.